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¿Deseas escribir, pero tienes un arsenal de excusas para no hacerlo, te han paralizado los miedos o has sucumbido a la procrastinación? Si has respondido que sí, te propongo una herramienta que te puede ayudar muchísimo sin hacerte gastar un montón ni quitarte mucho tiempo. Se trata de un diario de escritura.
Hace nueve meses comencé el mío. Me sorprende cuánto ha cambiado mi vida. Pasé de un círculo vicioso de bloqueo, desmotivación y pensamientos derrotistas a uno virtuoso en el que mis proyectos avanzan y he recuperado el entusiasmo por escribir.
¿Qué es el bloqueo?
El bloqueo del escritor puede adquirir muchas formas. Es ese vampiro que te ha chupado todas las ideas que revoloteaban en tu cabeza apenas te sientas ante la hoja o la pantalla en blanco. Es la serpiente que te envenena con creencias de que pierdes el tiempo y no vas a llegar a nada con tu obra. Es el fantasma que espanta tus buenas intenciones y aparece cada vez que intentas aplicar alguno de tantos métodos para escribir un libro.
Hay bloqueos más concretos, como los que se producen cuando te encuentras con algo difícil de resolver en tu novela. En esto, te puede ayudar el manual Cómo escribir una novela. Superar el bloqueo, de Clara Tiscar. Pero los primeros ponen en peligro tu futuro como escritor.
Tales bloqueos equivaldrían a lo que Steven Pressfield denomina “Resistencia” (con mayúscula) en su libro La guerra del arte (The War of Art). Cuando leí ese libro en 2012, me motivó bastante poco. Sentí que identificaba muy bien al “enemigo” dentro de uno mismo, pero no ofrecía un método efectivo para combatirlo.
Para ese momento, había tenido fases improductivas, pero no había vivido un verdadero bloqueo.
De cómo me bloqueé sin darme cuenta
Mi época más fructífera fue la década de mis veinte años. Entonces, escribía con ímpetu y con convicción de que la idea del momento era grandiosa. Culminaba algunos proyectos; otros los abandonaba. Estos últimos los veía como parte del camino de búsqueda y aprendizaje.
Al llegar a los treinta e involucrarme con los blogs para autores, comencé a leer cada vez más sobre la importancia de la escritura diaria. Yo inclinaba la cabeza hacia los lados. ¿Qué importaba no escribir todos los días si los libros se estaban terminando en plazos aceptables? ¿Acaso no es válido crear un primer borrador durante el NaNoWriMo y dedicar los meses siguientes a corregirlo? ¿Tienen algo de malo esos métodos del tipo “escribe tu libro en X días” si empujan a cumplir ese objetivo? ¿Y qué tal los talleres de escritura donde se trabaja un manuscrito a lo largo de un tiempo determinado?
Tras haber ganado el NaNoWriMo, haber participado en talleres de los que quedé muy satisfecha y haber probado (sin éxito) propuestas como las de Rachel Aaron en 2k to 10k: Writing Faster, Writing Better, and Writing More of What You Love, comencé a notar el bajón motivacional. Otros compañeros de oficio experimentaban lo mismo. Era como si el curso, el maratón o el libro nos dieran una inyección que traería agotamiento y somnolencia apenas terminaran. Y eso no podía considerarse un descanso merecido, sino una práctica peligrosa de depender de una motivación externa porque carecíamos de condición física para andar con nuestros propios pasos.
De hecho, he conocido personas que ni siquiera lograron estos objetivos a corto plazo. Por distintas razones, se quedaron a medias y esto trajo como consecuencia una racha de tristeza y desánimo. Abandonaron aunque estaban bien encaminados. La meta parecía muy lejana. Eran las tortugas en una carrera donde las liebres no descansaban.
Por mi parte, las dificultades y las nuevas responsabilidades, en especial la maternidad, fueron ganando terreno. Antes, tenía mucho más tiempo para escribir (y, sobre todo, para leer). Con cada cambio debía reajustarme y el cerco se me iba cerrando.
De pronto, me di cuenta de que había caído en un círculo vicioso. Cada vez escribía menos. Como escribía menos, me costaba más producir buenos textos cuando me sentaba. Como me costaba, se me estaban secando las ideas y algunas se habían esfumado porque no las había capturado. Además, me resultaba muy difícil cuidar todos los frentes: si escribía para el blog, no escribía ficción; si tenía mucho trabajo, no escribía para el blog. En vacaciones, ni lo uno ni lo otro porque le dedicaba más tiempo a mi familia.
En cierto momento, me dije: “o cambio, o abandono”. Por ese camino no iba a culminar mis proyectos ni crecer como escritora ni tener un blog que mereciera la pena seguir. Convertir la escritura en un hábito sería la manera de sobrevivir a la adversidad y adaptarme a una rutina cambiante.
Leí Hábitos atómicos, de James Clear, y traté de escribir al menos doscientas palabras por las mañanas. Me interesé por el método bullet journal y, entonces, descubrí que necesitaba un diario de escritura.
¿Qué es un diario de escritura?
Un diario de escritura puede ser lo que quieras, siempre y cuando registres tu proceso de escritura cada día.
Puedes aprovechar las estadísticas de tu proyecto de Scrivener y usar la sección de notas para ello. Cualquier documento de tu procesador de texto preferido vendría bien.
Sin embargo, el método físico te da un respiro de la pantalla. Te abre un espacio único donde desplegar tu verdadero yo escritor.
¿Qué tipo de cuaderno puedes usar como diario?
Debería ser uno lo suficientemente grande como para explayarte escribiendo, pero que quepa en un bolso mediano, para cuando lo cargues contigo. Debe tener tantas páginas como para no gastarlo en el primer mes, pero tampoco parecer el Quijote en blanco. Debería permitirte escribir con bolígrafo o pluma sin que la tinta te manche la página siguiente. Es útil que tenga marcapáginas y etiquetas de identificación.
En concreto, recomiendo los siguientes:
- El clásico Moleskine o cualquiera de sus ediciones limitadas.
- Paperblanks para el gusto más artístico y barroco.
- Los cuadernos Cuatro Estaciones diseñados por Paola Álvarez, dirigidos a una audiencia femenina y romántica.
- Leuchtturm1917, muy popular entre los asiduos del bullet journal. Este es el que yo uso.
De todos modos, hay muchos cuadernos baratos que se prestan bien para la tarea. Pasé años comprando los del supermercado.
Si no te gusta el papel por razones ecológicas o porque prefieras la seguridad de la nube, siempre están las aplicaciones de notas o los procesadores de texto.
¿Qué puedes escribir?
En el mío apunto lo siguiente:
- Cuenta de palabras del día. Alguna vez ha sido negativa porque he borrado y resumido.
- Tiempo dedicado a la escritura.
- Puntuación de la sesión.
- Estado de ánimo.
- Resumen de lo que hice durante la sesión.
- Resumen de cada diez días y cada cien.
- Libros abandonados y por qué no me gustaron.
- Libros culminados y mi valoración.
- Libros que me interesan y aún no he leído.
- Aprendizajes, citas y resúmenes de libros de no ficción o podcasts.
- Planes con mis libros ya culminados.
- Ideas para proyectos futuros.
- Lluvia de ideas cuando me tranco en un capítulo o no estoy segura de que alguna parte de mi argumento funcione.
- Lista de palabras. Algunas están allí porque me gusta cómo suenan. Otras pertenecen a registros que deseo reproducir en diálogos de mis novelas (por ejemplo, léxico coloquial argentino o español).
Para guiarme por este laberinto, está el índice de cada entrada de mi diario, marcado con colores para identificar con rapidez las secciones más importantes.
Aunque parece una actividad que toma mucho tiempo, suelo dedicarle menos de diez minutos al día. Las reflexiones y los planes sí requieren más concentración.
Los primeros puntos del diario se los debo a la iniciativa de Gabriella Campbell y su reto de cien días.

El reto de los cien días
El año pasado, Gabriella presentó 100 días de escritura: Un cuaderno diario para crear el hábito de escribir. Además de la función de diario de escritura, el cuaderno está acompañado de una introducción sobre la forma de implementar el hábito de escribir todos los días y cómo sacarle partido a la herramienta. Incluye un resumen de cada diez días y un resumen final para registrar y analizar los progresos.
Tiene dos formatos: cuaderno con espiral adquirible en la tienda de Lo extraño y lo maravilloso, y libro de tapa dura en Amazon. Este último fue la opción que elegí para beneficiarme del envío gratis a Suiza.
Cuando lo leí, encontré un pasaje que parecía dirigido a mí:
En tantos sitios veo consejos como: «Si te saltas un día, no pasa nada». Y yo también decía lo mismo […].
El problema de esa mentalidad es que te acabas saltando días. A mí desde luego nunca me ha funcionado y lo he visto fracasar en todos los grupos con los que he trabajado. Cada persona es un mundo, pero si eres como yo, tener abierta la ventana de posibilidad al fallo hace que falles (negritas mías).
Gabriella inició un reto en Twitter con el hashtag #escritura100, en el cual los participantes (incluida ella misma) compartían sus páginas. Me uní al reto, lo completé y volví a usar el cuaderno para otros cien días (aprovechando que no había tomado muchas notas). Estuve a punto de fallar unas cuantas veces y hubo noches en las que solo escribí tardísimo por menos de diez minutos, cosa que jamás hubiera hecho antes del reto.

Hoy es mi día 274. He integrado el diario con mi bullet journal. El cuaderno de Gabriella Campbell logró lo que ningún taller, consejo de experto, NaNoWriMo o manual había afianzado en mí: la práctica diaria y deliberada de escritura.
La magia del diario de escritura
Las excusas desaparecen. El círculo vicioso se disuelve. Sientes la satisfacción de haber completado tu tarea diaria. Cada vez tienes más ideas. Más bien, te entristece interrumpir tu sesión de escritura. Notas cómo tu manuscrito se desarrolla. Pasas hacia atrás las páginas del diario y te sorprendes de cuánto has avanzado.

Te causa gracia la dificultad que superaste en un capítulo. Descubres que sigues tropezando con alguna piedra de estilo o un mal hábito, pero no te das golpes contra la pared. Lo asumes como una debilidad que seguirás trabajando. Así me ha pasado a mí.
¿Y qué he logrado en estos días? ¿He terminado una nueva novela? ¿Estoy publicando entradas del blog todas las semanas? No y no.
El éxito del diario radica en el proceso y no en los resultados. Voy disfrutando del camino escribiendo cada día. Y, si también has batallado con el tiempo y la motivación, te animo a probarlo.
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Hola Valentina, me agrada el post. Siempre pensé que el malhadado bloqueo del escritor se refería a sentarse frente a la página en blanco y abandonarla tal cual, simplemente que las palabras no fluyen desde la mente hasta los dedos y de ahí al papel o al documento electrónico. Que incluso que la mente sufre una sequía total de ideas Pero según entiendo en tu artículo hay más de un tipo de bloqueo. En un momento dado usas la palabra fase, creo encontrarme en una de esas fases. Acabo de terminar mi primera novela y lo que he hecho, desde hace algún tiempo es no cesar en agregar cosas que sentía que le faltaban. Sí sigo así se va a convertir en el embarazo de quince meses. Ideas no me faltan, tanto así que llevo escritas 60 mil palabras de la segunda parte y además tengo pendiente la creación de un blog sobre la temática de mi novela y hasta ahora tengo el material de los diez primeros post del futuro blog, pero…siempre pero, no termino de terminar y así no avanzo. De cualquier manera, no escribo todos los días, ese es un hábito que debo desarrollar y voy a probar el diario de escritura
Hola, Agustín. Gracias por tu comentario.
Lo que describes parece un ciclo vicioso de perfeccionismo que pospone la finalización de un proyecto. Como siempre falta algo para que el libro quede «perfecto», nunca se termina y no se avanza a la siguiente etapa. También es necesario implementar el hábito de concluir los textos y establecer fechas límites. Es una tristeza que todas esas ideas se queden en el tintero por culpa de un bloqueo.
Si pruebas el diario de escritura, pasa por aquí para contar cómo te ha ido. Saludos.