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Frühlingssonnen / Soles de primavera (Alas, 2003) es un conjunto de diez relatos escritos por Manuel Girón (Guatemala, 1954), a quien ya conocemos en Suiza por su labor cultural en la Casa Latinoamericana de St. Gallen, sus publicaciones bilingües español-alemán y su interés en apoyar las iniciativas de quienes aspiran a cultivar la literatura de habla hispana en este país [1].
Un prólogo en alemán de Beat Dietschy se pasea por obras anteriores de Girón, como Rostros (1995) y Ratos robados (2000), vincula este libro con El arte de amargarse la vida, de Paul Watzlawick y destaca el conflicto que se produce cuando un latinoamericano viene a Suiza y se encuentra con una serie de reglas no escritas que forman parte de la cotidianidad. Este encuentro nos enfrenta con una realidad invisible para quienes viven dentro de esas reglas.
Desde el punto de vista de la edición, Soles de primavera es un libro bello como solo puede serlo una publicación en papel: páginas verdes, cubierta suave al tacto, una portada que mezcla hojas y pétalos de flores que parecen tocados por el sol y están unidos por costuras (diseño a cargo de Sophie Keller Girón). Los colores de las tapas han sido tan bien combinados que inevitablemente atraen la atención de quien esté cerca del libro. Sus páginas aún huelen como hojas frescas, a pesar de haber salido de la imprenta hace años.
Desde que lo vi, me quedó claro que no era un libro para leer ni en casa, ni durante la noche, ni con iluminación artificial. Por eso, he cargado Soles de primavera en el bolso durante unos días y he aprovechado los tiempos de espera entre mis ires y venires dentro de Suiza para leerlo.
Ires y venires
En el Intercity vía Zúrich que después se dirige a Winterthur y termina en Sankt Gallen, se me presenta una excelente oportunidad de lectura del relato inicial, “El duelo”, que precisamente tiene lugar en el tren y se enfoca en el odio silencioso hacia un vecino de asiento. El intercambio de miradas evoca a las del comienzo de un duelo en el Lejano Oeste, donde se enfrentan el pistolero local y el forastero.
Yo lo miré como quien está a punto de disparar uno de esos insultos latinoamericanos que matan a ritmo de bolero. Y él me miró con una de esas miradas que recuerdan las quemas de brujas en las noches medievales (p. 18) [2].
Como la mayoría de los relatos que conforman el libro, “El duelo” se construye por medio de una voz en primera persona que se enfoca en la percepción del otro y protege la propia, como quien se guarda un as bajo la manga que le permitirá vencer en la contienda.
Primera persona
En la sala de espera del consultorio de mi médico familiar, leo “Toto”, narrado por un especialista de la salud a quien se le presenta una historia clínica que no es lo que parece. Sus recursos sorpresivos, empleados también en otros relatos de Soles de primavera, evocan al Cortázar del libro Final del juego. Si en Rostros habíamos visto la denuncia a través de los sueños destruidos, aquí resalta el humor como acercamiento a la realidad o como confrontación con las diferencias, para mostrar su absurdo.
Diferencias
En Suiza, ser puntual implica llegar muy temprano, sobre todo si uno vive lejos del sitio adonde va y depende de trenes y autobuses que pasan a horas muy específicas. Por eso, no es raro llegar al cine y encontrar muchos asientos vacíos, como le sucede al narrador de “La butaca”; pero, aunque uno tenga un cine entero de donde elegir, no hay que dejar de sentarse en el asiento marcado en el boleto ni mucho menos tirar este antes de abandonar la sala. No sabemos de que irá la película de este relato de Girón, pero la publicidad es imperdible:
Asegúrese de estar multiasegurado porque un solo seguro no le asegura nada (p. 40).
No coma bananos del Tercer Mundo porque contienen azúcar natural que engorda, mejor cómase una buena barra de chocolate light con la garantía de que nunca engordará porque está hecho con la ancestral receta de la abuelita de Blanca Nieves y los Cuarenta Ladrones (p. 42).
Receta ancestral
En la parada de autobús, abro Soles de primavera y me encuentro con “Ella”, seguida de unas líneas que forman una S similar a la que veo desde el banco que encontré vacío. Se muestra una declaración de amor, con una ingenuidad romántica arropada por canciones latinoamericanas, que pretende una liberación del mundo lleno de reglas. A esta liberación se suma la tipografía, pues se altera la rectitud de la línea impresa y se juega con el tipo de letra.
Rectitud
Mientras espero que termine un ciclo de lavado en la azotea, leo “Robotina”, un relato narrado por una mujer robot que desempeña a la perfección las tareas domésticas que forman parte de la cotidianidad helvética. Un día en la vida de Robotina se cuenta con una ironía crítica divertidísima, basada en el mecanicismo del personaje, donde reconocemos al Girón denunciante de Rostros.
Mecanicismo
En la iglesia, como aún no ha comenzado la misa, saco con disimulo Soles de primavera (además de mi cámara, con una rapidez culpable) y leo “La chica plástica”, una inusual confesión a un sacerdote, por parte de alguien que cometió el pecado de haberse dejado llevar por la superficialidad. El poema de sor Juana Inés de la Cruz, “Este que ves, engaño colorido” hubiera podido servirle de advertencia.
Engaño colorido
A veces en Suiza, dependiendo de la parada donde uno espera el tranvía o el autobús, se ven cuestiones inusitadas, como esta oveja maquillada y peluqueada, que llama menos la atención que yo tomándole fotos con un libro abierto en la calle. En “Flora” tenemos una crueldad que se critica, unos sentimientos dirigidos al ser equivocado, una injusticia generada por intereses mercantilistas y una posibilidad de escape para recuperar la armonía.
Posibilidad de escape
Al volver de un paseo fuera de la ciudad en domingo, el único sitio abierto en Berna es el supermercado de la estación de tren. Mi marido se une a los mochileros que entran en el local estrecho y lleno de clientes. Yo me quedo afuera cuidando la maleta y dirijo mi atención a “El accidente”, otro relato que nos convence de los aprietos y situaciones absurdas en las que se cae cuando no se sabe vivir sin reglas. Este relato resalta el carácter pacifista del libro, que aboga por superar discusiones banales y apela a lo inesperado como forma de afrontar una realidad con la que no se está de acuerdo y contra la que no se puede hacer mucho, salvo cambiar la propia percepción de lo vivido.
La propia percepción de lo vivido
Mientras espero que comience una charla en un auditorio universitario, aprovecho para leer “Olag”, que precisamente se inicia en medio de una conferencia sobre migración. El relato presenta una conexión más allá del tiempo, en el mismo espacio; en respuesta a un choque de culturas que comenzó mucho antes de lo imaginado, pero contribuyó a formar la identidad suiza. Nos demuestra que a pesar de nuestras diferencias podemos pertenecer a cualquier lugar. Las reflexiones sobre la heterogeneidad de mundos que a simple vista parecen homogéneos y los sujetos en expansión que los habitan (perfiladas en otros relatos de Soles de primavera) alcanzan aquí su máxima realización, así como la idea del espejo como modo de aprehender la realidad.
Para concluir, Manuel Girón nos deja con un “Cuen-tito” que se puede leer en cualquier intervalo de de tiempo o espacio, y podría ser una continuación de “El dinosaurio”, de Augusto Monterroso.
Los cuentos de Soles de primavera parecen realistas por partir de situaciones que nos pueden salir al paso en cualquier momento de la vida cotidiana en Suiza, pero ponen de cabeza la realidad y quieren sacudirla para hacer caer sus secretos, ocultos de las primeras percepciones que la permean. Con este libro, Manuel Girón nos permite pasearnos por lugares conocidos donde lo inesperado nos saldrá al encuentro o por lugares desconocidos que nos revelarán su familiaridad.
Más sobre Soles de primavera:
Reseña de Josef Osterwalder en el St. Galler Tagblatt del 27 de octubre de 2003 (en alemán).
Actualización del 23 de marzo de 2015:
Algunos de los relatos mencionados están incluidos en el libro electrónico Gato Angora en la lavadora, a la venta en Amazon.com, Amazon.es, Amazon.de y iTunes.
[1] A este respecto, recuérdese su colaboración en el libro colectivo de la Asociación Perteneciendo y su carácter de invitado especial en la noche literaria de autores latinoamericanos en Berna.
[2] Las citas y las fotos están tomadas de la siguiente edición:
Manuel Girón (2003): Frühlingssonnen / Soles de primavera. [St. Gallen]: Alas. Prólogo de Beat Dietschy. Traducción al alemán de Sophie Keller Girón y Cristina Arrebola. 141 páginas.
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[…] “Olag”, uno de los relatos de Soles de primavera, de Manuel Girón, aborda este tema, partiendo del sentido histórico de la biblioteca. […]