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Aunque ya ha pasado algún tiempo desde el estreno de esta obra en Zúrich, no deseo abstenerme de comentarla. Asistí a su última función, el 26 de noviembre de 2011 a las 20 horas en el Zentrum Karl der Grosse, a cargo del Espacio Teatral La Cuarta Pared.
Baile de huesos, de Elena Belmonte, recibió el Premio Lázaro Carreter de Literatura Dramática (2010). Fue representada de forma leída en Zaragoza en noviembre de 2010 y estrenada en Madrid en julio del año pasado. El hecho de que esta obra (hasta donde he tenido noticia) no haya sido llevada a otras ciudades españolas y haya tenido su primera representación internacional en Zúrich dice mucho sobre la presencia y la actualidad del teatro hispano en este país.
No conocía ninguna obra teatral de Elena Belmonte con anterioridad, pero la experiencia de lo visto me deja con la firme intención de no perderme nada de lo que vuelva a poner sobre las tablas si la distancia geográfica me lo permite. Supongo que para otros espectadores también habrá sido así. La sala del Zentrum Karl der Grosse, con una capacidad para unas cien personas, estaba llena. La anticipación en la llegada (típica para quienes estamos acostumbrados a andar en el tren de una ciudad a otra) fue la que me permitió ocupar un puesto en primera fila.
Al alzarse el telón, vimos a cuatro personas (Tobías, Cora, Lisa y Mauro), juntas en una antesala entre la vida y la muerte. Cada uno había llegado a ese punto por un motivo distinto: apoplejía, accidente, enfermedad, disparo, y esperaban que la Muerte viniera a decidir sus destinos. La interacción entre ellos y luego con la Muerte, que entró más tarde en escena, nos mantuvo atentos todo el tiempo. Se percibió (en las risas, en los silencios atentos, en las miradas fijas sobre los actores) que el público estaba conectado con la obra. El interés no decayó en ningún momento y a ello contribuyó tanto el texto de Elena Belmonte como la dirección de Gabriela Merz y la interpretación del grupo La Cuarta Pared.
La personificación de la muerte tiene tradición en el teatro español. Pensemos en La dama del alba, de Alejandro Casona. Baile de huesos trae reminiscencias de las danzas de la muerte en el teatro medieval, donde la muerte invitaba a los vivos a un baile y personas de diverso origen y condición social caían en sus brazos sin poderlo evitar. Con horror se mostraba este fin común a todos en el mundo. Al pensar en esto y en las representaciones medievales y renacentistas de la muerte como esqueleto se le encuentra mucho sentido al título Baile de huesos. Sin embargo, la Muerte en la obra de Elena Belmonte no es macabra. La Muerte se nos presenta como una señora con sombrero (imagen que me recuerda al cuento infantil Una señora con sombrero de mi compatriota Jacqueline Goldberg), vestido floreado y bufanda blanca, a quien le gusta ser llamada Caty. Tiene un gran bolso con sus papeles desorganizados y un sentido del humor no siempre compartido por las cuatro personas que aguardan en su antesala.
No obstante, la Muerte solo desea llevarse a uno de los cuatro y supuestamente el nombre de la persona elegida se ha extraviado entre sus papeles. Por medio de la retrospección de la propia vida, la discusión con los demás y el enfrentamiento con la Muerte, cada quien mirará hacia atrás y encontrará lo que ha valido la pena, lo que se ha disfrutado, lo que se ha sufrido; tomará conciencia de lo que ha hecho y lo que le falta por hacer.
La tensión se mantiene muy bien desde el principio con los cuatro personajes: Tobías, el primero que habla y protesta por la espera, quien provoca y desafía a los demás. Lisa, dulce e ingenua, ocupada con sus golosinas. Cora reclamando que la devuelvan a la tierra para continuar con su exitosa carrera de ejecutiva a punto de despegar (con una insistencia que le hizo desear a más de uno que ella fuera la elegida). Mauro, retraído, tímido, con sus comentarios intelectuales que fastidian sobremanera a Tobías.
Semejante cuarteto nos recuerda a los explosivos grupos de los reality shows. Sus comentarios y reacciones nos hicieron reír a la vez que conjugaron distintos acercamientos a la Muerte: la trágica y por enfermedad, la repentina y la esperada, la que se desea, la que no se desea hasta que no se cumplan las propias metas, y la muerte apacible sin dolor en un lugar de ensueño.
Todos los actores fueron convincentes en sus papeles. La mezcla cultural entre los integrantes de La Cuarta Pared resultó enriquecedora para la configuración de los personajes: el fuerte acento argentino de Vanesa Tosto (Cora), el suizo tenue de Candid Rutz (Mauro), los españoles de Cristina Trigueros y Beatriz Sánchez (Lisa y la Muerte, respectivamente), y el de Antonio Garofalo, cuya proveniencia no identifiqué desde un principio, pero un comentario de pasillo me hizo enterarme de que es argentino. Dicha mezcla refuerza la idea totalizadora de la muerte hallada en las danzas medievales, que le puede llegar por igual a cualquiera en cualquier momento.
El vestuario marca las diferencias entre los cuatro personajes: Cora, cabello estirado en un moño, blusa y pantalón para combinar con un traje sastre. Mauro con chaqueta y camisa, pulcro, elegante, neutral. Tobías, más informal como contrapunto, con ropa holgada, sin afeitar. Destaca Lisa, con camiseta de Hello Kitty y dos coletas, que al principio hace dudar si se trata de una niña representada por una actriz adulta (quien por cierto solo hablaba de su mamá, tristezas de la niñez y la playa de Cartagena de Indias), pero se me revela como una suerte de Peter Pan femenina, quien no desea crecer y sueña con un país de Nunca Jamás al cual se podría acceder con la Muerte.
El juego con los elementos escénicos estuvo muy bien trabajado: La puerta que conducía al mundo de los vivos y solo se podía abrir si la Muerte lo deseaba, las tres sillas de plástico que los intérpretes movían constantemente y usaban con diversos fines, el paraguas, el sombrero y la bufanda de la Muerte, más que meros accesorios.
Considero que el diseño de los programas de mano es formidable. El signo de interrogación que representa la pregunta que nos mantiene en vilo: ¿A quién se va a llevar la Muerte? Los cuatro personajes al borde del signo como un camino que termina en un punto de luz. La Muerte con su sombrero y su guadaña (sí, por mucho atuendo primaveral, simpatía y distracción, sigue siendo la de la guadaña).
Baile de huesos es una obra que nos hace reír y reflexionar mucho después de abandonar el teatro. Es más que una versión moderna de las danzas de la muerte y nos demuestra que se puede bailar con ella sin que nos lleve consigo. Solo a una persona la Muerte le pondrá su sombrero y la conducirá por detrás del telón hacia un lugar desconocido y sin retorno.
Baile de huesos, de Elena Belmonte
Dirección: Gabriela Merz.
Asistencia de dirección: Claudia Teuscher.
Elenco: Beatriz Sánchez, Cristina Trigueros, Candid Rutz, Vanesa Tosto, Antonio Garofalo.
Lugar: Zentrum Karl der Grosse, Zúrich.
Más sobre Baile de huesos:
Declaraciones de Elena Belmonte con motivo de la representación leída de Baile de huesos
Crítica de la puesta en escena de Baile de huesos en Madrid
Entrevista a Cristina Trigueros y comentario sobre la obra en Punto Latino
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