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Al hablar de las diez «mejores» formas de procrastinación me refiero a actividades en las que nos enganchamos para posponer una tarea relacionada con nuestros libros (ya sea escribirlos, publicarlos o promocionarlos). Dichas actividades nos permiten quemar varias horas a lo largo de muchos días sin notar el paso del tiempo, y, para colmo, si estamos funcionando en un modo de negación (muy común en el oficio de escribir), nos harán sentir satisfechos y nos convencerán de estar realizando algo productivo que nos llevará lejos en nuestra carrera literaria.
1. Leer manuales para escritores
La ingente cantidad de libros que entra en este rubro es suficiente para procrastinar el resto de la vida, comenzando por aquellos del tipo Desarrolla tu creatividad y saca de una vez por todas al escritor que tienes dentro, Cómo construir diálogos, personajes, argumentos, historias, metáforas, narradores y todo lo que conforma una novela, Escribe un libro en dos semanas. Después de que el libro esté listo, tocan los que abordan la publicación, tanto en la industria tradicional (Cómo enviar manuscritos a un agente que te convertirá en el próximo bestseller, Cómo hacer que las mayores editoriales del mundo se peleen por ti) como en el medio digital (Cómo publicar en la nueva plataforma “gratuita” que te hará gastar mil quinientos dólares extra en corrección, maquetación, diseño de portada y publicidad). Luego, vienen los de marketing para escritores: Cómo vender diez millones de eBooks en una semana (éxito garantizado), Cómo usar las redes sociales para convertirse en un superventas empleando cinco minutos de trabajo al día y quinientas aplicaciones que estarán obsoletas en un año, El secreto de los escritores que se están forrando los bolsillos (no revelado en el libro, para que no les hagan competencia).
Para dejar de procrastinar, elegir uno o dos manuales correspondientes a nuestra mentalidad y nuestra etapa actual como autores, leerlos y aplicar las recomendaciones antes de buscar más.
2. Investigar sobre épocas y personajes
Estamos escribiendo una novela ambientada en la Edad Media, o cuyo protagonista es policía. Entonces vemos series policiales y los últimos remakes de Robin Hood, nos echamos la trilogía de El señor de los anillos y la serie de Canción de hielo y fuego porque “lucen” medievales, releemos algunos libros de Agatha Christie y Arthur Conan Doyle. Al final, quedamos con una versión estereotipada de los policías, totalmente ajena a la realidad, o con un Medioevo del siglo XXIII, que hubiéramos podido escribir perfectamente sin tanta «investigación» previa.
Para dejar de procrastinar, concentrarse en lo que hace falta para la construcción del personaje o de la época. Si se busca realismo, acudir a textos no ficcionales o especialistas en el área que nos interesa.
3. Leer blogs de escritores
Una de las ventajas de los blogs de escritores consiste en compartir experiencias. Sin ellos, sabríamos mucho menos de la industria editorial, del mercado, de las opciones de publicación y de las dificultades en el camino. Ahora, la gran mayoría de los escritores tiene un blog y cada quien cuenta cómo ha publicado, el éxito que está teniendo, las decepciones, los juegos con su mascota y sus hijos, la presentación de su libro, las reflexiones sobre la política nacional, el último percance en un supermercado, sus lecturas, sus reseñas, sus fotos, las portadas de sus libros, sus lanzamientos, sus premios, sus consejos para otros escritores. El tiempo entre la compra de un manual y otro se puede emplear leyendo estos blogs y en eso se ha ido el día.
Para dejar de procrastinar, reducir el número de blogs que se siguen en el feed y no leer todo lo que todos publiquen.
4. Leer historias de éxito de otros escritores
Puede ser en sus propios blogs, en libros escritos por ellos, en entrevistas para medios impresos y digitales. En teoría, leemos estas historias para motivarnos, pero en el fondo es para acorbardarnos. Aunque nos parezcan interesantes las experiencias de rechazo/triunfo de J. K. Rowling, Ernest Hemingway o E. L. James, en realidad pensamos que ellos tuvieron suerte, que eso sucedió en otro país, en otro mercado o en otra época, que nosotros no escribimos en ese género, que en general carecemos de la determinación, los contactos, la disciplina o el talento de los autores exitosos, o nos dejamos llevar por otros mitos. Entonces, nos sentimos frustrados y combinamos esta actividad con la descrita en el punto 8.
Para dejar de procrastinar, reflexionar qué se puede aplicar de la historia a nuestro caso y qué tipo de acción podemos tomar al respecto.
5. Participar en tertulias literarias
Decimos que nos vamos a reunir con otros autores a leer nuestros textos, comentar libros o hablar de literatura. En realidad, discutimos sobre política, nos quejamos de alguna situación irremediable y contamos nuestros últimos problemas personales. Las horas se nos esfuman bebiendo y merendando, sin hacer nada relacionado con la escritura. Otra variante consiste en ensartarse en minucias logísticas y tratar de ponerse de acuerdo en la marca del vino que se va a ofrecer durante el próximo evento o una diferencia de media hora en el comienzo de las reuniones.
Para dejar de procrastinar, concentrarse en el verdadero objetivo de la tertulia, abandonarla si perdió fundamento o asumirla como un encuentro entre amigos.
Supuestamente estamos en las redes sociales haciendo networking y promoción, pero el tiempo vuela mientras revisamos los tuits de todo el mundo, las actualizaciones de Facebook, las comunidades de Google+ y lo más popular en YouTube. Con la excusa de buscar contenido para compartir, pasamos horas de horas «enredados» y aterrizamos en fotos y videos de gatos y bebés, cuando no en el spam. Se hace difícil trazar la frontera entre el marketing efectivo, el disfrute personal, la publicidad agresiva y la mera pérdida de tiempo.
Para dejar de procrastinar, analizar cuáles tácticas o redes nos dan resultado, concentrarnos en ellas y limitar el tiempo de uso.
7. Soñar con nuestro éxito rotundo
Imaginarnos firmando libros en la Feria de Londres, Madrid, Frankfurt y Buenos Aires, visualizar cuando le estrechemos la mano a nuestro escritor consagrado preferido después de que este diga que le encantó nuestro libro, armar el reparto de la versión cinematográfica de nuestra novela, pensar en todas las lenguas a las que nos van a traducir, preparar lo que vamos a decir cuando nos entreguen el Nobel, decidir a quién vamos a volver millonario con nuestras regalías en nuestro testamento… Ni siquiera el cielo es el límite.
Para dejar de procrastinar, admitir que ninguno de esos sueños va a hacerse realidad si no trabajamos por ellos.
8. Creernos un fracaso y considerar carreras alternativas
Con frecuencia nos golpean las dificultades en una carrera literaria. Nadie nos paga por las horas que pasamos escribiendo, el esfuerzo parece inmenso en comparación con los resultados, cada vez hay que hacer más para vender, para hacerse notar, para buscar agente o editorial. Puede que al principio nos hayan dado alegría los éxitos del camino (el primer libro en las manos, ser nombrado finalista de un concurso, haber firmado un contrato editorial), pero cuando notamos que las regalías de un año alcanzan apenas para un almuerzo, que haber sido ganador de un concurso no nos ha ayudado con las ventas, que nos han rechazado por enésima vez, que aún no hay retorno de inversión con el libro, es lógico que uno se desanime y comience a cuestionarse si no será mejor declarar la empresa escrituraria un fracaso. En esos momentos nos preguntamos si deberíamos escribir en géneros comerciales, o dedicarnos a profesiones donde toda hora de trabajo es pagada, o donde el tiempo libre es de verdad descanso y diversión, y no lucha libre por abrirse paso en el mundo de los libros. Entonces averiguamos sobre carreras alternativas que nos liberen de las frustraciones, pero reconocemos que no nos motivan lo suficiente. En el ínterin, hemos perdido un montón de horas y ni hemos cambiado de rumbo ni hemos hecho algo para alcanzar nuestros objetivos originales.
Para dejar de procrastinar, poner en una balanza nuestras expectativas y prioridades, el esfuerzo que es necesario invertir y lo que realmente estamos dispuestos a hacer, y tomar una decisión en consecuencia.
9. Viajar para escribir
Esto comprende tanto los viajes de «investigación» (porque nuestra novela se ambientará en el lugar al que vamos) o cuando se viaja para apartar tiempo para escribir (porque el trajín cotidiano ni inspira ni da oportunidad para ello). Decidimos organizar un viaje a París, a la India o a una isla paradisíaca; pero, como es un pecado ir tan lejos para pasar las horas detrás de un escritorio, paseamos, conocemos gente, hacemos excursiones y compras, practicamos deportes, vamos a los sitios de interés, asistimos a fiestas, visitamos museos, parques, bares, restaurantes, casinos. ¿La escritura? Bien, gracias.
Para dejar de procrastinar, disfrutar de la vida sin buscar excusas.
10. Apadrinar a otro autor
En vez de dedicarnos a nuestros proyectos personales, tomamos a otro autor como protegido, leemos y corregimos todo lo que escribe, le damos cien consejos, lo ayudamos a preparar su manuscrito, lo asesoramos con la publicación, le creamos el plan de marketing… Esta es una de las formas de procrastinar más engañosas porque nos sentimos generosos, cuando en realidad estamos creando una relación simbiótica de procrastinación. Nosotros no hacemos lo nuestro por ayudar al otro; el otro no asume responsabilidad porque lo estamos ayudando. Sucede que es más fácil comprometerse con un proyecto ajeno (en cuyo éxito no estamos emocionalmente involucrados) que tomar las riendas del propio. A la larga, nuestro protegido termina haciendo lo que quiere, ignora la mayoría de nuestras sugerencias y nuestro trabajo no avanza.
Para dejar de procrastinar, ser sinceros en cuanto a nuestras motivaciones y tratar de identificar las de nuestros protegidos (quizás busquen ratificar su propia opinión o su inseguridad, delegar tareas que les resultan duras o desagradables y por las que no están dispuestos a invertir dinero ni esfuerzo, en vez de la ayuda que podemos darles), distinguir entre la sana colaboración entre autores y el efecto vampírico como consecuencia de un compromiso innecesario.
En líneas generales, vemos que detrás de estas formas de procrastinar se esconden miedos y autoengaños, se revelan problemas en la interacción con otros autores, en la búsqueda de información y en el establecimiento de prioridades, y se palpan motivaciones tambaleantes. En una actividad que no tiene fechas de finalización, a diferencia de la mayoría de las demás, resulta difícil no procrastinar. La procrastinación es un fenómeno más complejo de lo que parece, más allá de la pereza o la desorganización. Un análisis al respecto supera el alcance de esta entrada, pero al menos estar consciente de las trampas mencionadas constituye el primer paso para no seguir cayendo en ellas.
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Excelente artículo Valentina, ciento por ciento cierto.
Las tertulias, talleres y conferencias literarias no necesariamente producen escritores/as, yo diría que mal orientadas bloquean las potenciales facultades del futuro escritor/a, porque se toman como receta de cocina cuando es realidad deberían ser espacios para fluir, experimentar y crear.
El proceso literario puede tomarse como un juego en el que la persona disfruta el proceso creativo sin mayores expectativas pero sin descuidar las pocas oportunidades que se van generando en ese proceso. El objetivo principal no debe ser la producción de un bestseller sino el placer que la persona experimenta durante el proceso creativo. Si al final el resultado es un bestseller que se logra vender bien porque entran en juego todos los aspectos por ti mencionados podemos decir que el talento y la suerte se han aliado en el mejor momento.
Crear literatura es como una carrera de maratón sin un final señalado, como lo hizo Kafka que murió prácticamente en el anonimato.
Habría que agregar que sin paciencia y trabajo constante tampoco es posible llegar a buen puerto ya que en esta época de existencia acelerada todo se quiere inmediatamente sin tomar en consideración que es un proceso que que necesita tiempo.
Hola, Manuel. ¡Qué gusto leerte por aquí! Gracias por tu opinión, con la que estoy completamente de acuerdo. Las tertulias, talleres, conferencias literarias y afines pueden ser muy productivas (o no) dependiendo de su orientación y probablemente tengan significados distintos según la etapa en la que se encuentre el escritor. Si no motivan la creación, ni fomentan el ánimo de experimentación ni permiten avanzar hacia los objetivos propios, no están aportando nada.
También pienso que el objetivo de la creación literaria no puede ser la producción de un bestseller y el proceso debe generar un placer en el escritor. De lo contrario, es preferible invertir el tiempo en otra actividad. Una carrera literaria es un verdadero maratón, en el que no se puede bajar la guardia ni perder la constancia si se quiere llegar a la meta. Recibe un gran saludo.
Grandes consejos que nunca seguiré ^^
Lo cierto es que (menos ver la televisión) realizo casi todas esas pequeñas tareas no-literarias cuando escribo. Me hacen, por supuesto, tardar el doble o el triple, pero siempre acabo ganando algo a futuro. Y es que mi procrastinación solo es procrastinación útil. No se trata de juegos chorra o lecturas que no me aportan nada.
Cogeré como ejemplo este artículo. Estoy actualmente en el minuto 48:06 de Interestellar. Es muy interesante porque, a diferencia de Gravity, esta película de ciencia ficción sí es realista. Además están empezando a girar una estación espacial con ayuda de pequeños impulsores que, al rotar la masa, crearán una aceleración externa que simulará gravedad en la superficie interior del vehículo. ¡Es una pasada!
Pero, minimizando y colocando en pausa la pantalla de visualización (con el objetivo de encontrar la velocidad de giro que genere 1g de gravedad artificial dentro de una estructura cilíndrica de radio «r») he topado con una línea de texto en Twitter. De título «Las 10 formas más habituales que tenemos los escritores de procrastinar, y cómo vencerlas». Obviamente me he lanzado de cabeza. Lo que, estando aún en la gravedad cero del espacio, es muy significativo.
El caso es que con este artículo he conseguido un brazo de palanca para un artículo en mi blog. Además, al comentar (y qué comentario) consigo un enlace permanente a mi blog en lo que supongo que será mi nombre y apellidos. Puedes hacer la prueba pulsando sobre «Marcos». De hecho invito a todo el mundo a hacer la prueba.
Vamos, pulsad, no seáis tímidos. 😛
Ocurre que entorno a un 90% de mi «flora» en Internet ha crecido del modo más procrastinante posible: distrayéndome. Si hace dos años no me hubiese distraído durante un viaje en metro (y acabado a cinco paradas de mi casa) nunca hubiese dejado aquél trabajo horrible, levantado un blog o escrito un libro.
¡Arriba la procrasti…
Gracias por tu comentario, Marcos. Yo también he caído en todas las formas de procrastinación que menciono, salvo en los viajes (aunque poco me faltó). Aunque muchas de estas actividades son entretenidas, pienso que, si no conducen a acciones concretas que nos hagan crecer como autores, quizás no valgan la pena. He aprendido mucho leyendo manuales de escritura, historias de éxito y libros relacionados con los temas que deseo tratar en mis textos, pero nada ha superado la experiencia de escribir, corregir, editar, publicar y promocionar. Allí se manifiestan las verdaderas dificultades y podemos contrastar la teoría con la práctica.
De todos modos, me da gusto saber que este artículo te ayude, aunque sea con un enlace permanente a tu blog desde tu comentario ;-).
Por cierto, aquel viaje en metro suena muy interesante y podría ser el comienzo de una novela.
Excelente artículo, Valentina.
Desgranas en él verdades como puños. Este artículo tendríamos que imprirlo todos aquellos que queremos ser escritores y colgarlo junto al ordenador.
Creo que, de todos los puntos que mencionas, el de dejarse atrapar por las redes sociales es el que más «pecadores» acumula, y lo cierto es que habría que preguntarse hasta qué punto las RRSS son eficientes para promocionar tus escritos y darte a conocer. En alguna parte leí (no sé si es cierto) que sólo el 15% de la población está en Twitter. Si es así, obviamente estamos haciendo un esfuerzo ímprobo sólo para alcanzar a 15 de cada 100 personas (y eso siendo optimisas, porque en Twitter tampoco llegas a cubrir ese 15%).
En cuanto al punto 2, el de la investigación, precisamente estoy interesada en escribir una entrada al respecto, porque el escritor pierde muchísimo tiempo en ella que debería dedicar a la escritura. Hay que saber cómo, cuándo y cuánto tiempo investigar.
Por último, el de las tertulias literarias es un punto sobre el que no puedo opinar, porque no pertenezco a ninguna. Sin embargo, estoy interesada en formar un pequeño grupo de amigos-escritores cuyo objetivo sería «únicamente» el de leer nuestros textos y opinar al respecto. Una especie de «Grupo de lectores beta». Si finalmente lo logro, creo que una de las reglas del grupo será: no hablar de nada que no sean nuestros libros (a lo Umbral), jajaja 🙂
Insisto: excelente artículo. Felicidades 🙂
Un saludo.
Muchas gracias por tus palabras, Ana. Me halagan viniendo de ti, que tienes un blog lleno de artículos útiles para escritores en ciernes.
Coincido contigo en la necesidad de preguntarse la eficiencia de las redes sociales en la promoción de libros. Por fortuna, contamos con formas de medir el alcance de las actualizaciones y las fuentes de tráfico a nuestras páginas, lo cual nos permite saber cuáles acciones dan mayores resultados. Por otra parte, al autor le toca ubicar dónde están sus lectores objetivo y elaborar una estrategia para hacer que su libro llegue a ellos. Si de plano tales lectores no frecuentan Twitter, no vale la pena invertir grandes esfuerzos en dicha red.
Desde adolescente he estado participando en grupos literarios, lo cual indica que, a pesar de los riesgos y las desventajas, les veo muchos puntos positivos. Aunque la escritura propiamente dicha es solitaria, nos corresponde como autores realizar diferentes tareas de carácter social. Los lectores beta son necesarios y resulta enriquecedor escuchar opiniones sobre nuestros textos. Creo que para que un grupo funcione sus miembros deben estar en sintonía con respecto al objetivo común. Cuando cada quien tiene expectativas distintas, se producen los roces y eventualmente las disoluciones.
Espero que logres formar tu grupo de lectores beta (que es una excelente idea) y que puedan ayudarse mutuamente. También quedo pendiente de tu entrada sobre métodos de investigación para escritores, un punto de gran importancia, ya que tarde o temprano nos tocará escribir sobre algo de lo que no sepamos o donde nos falta experiencia.
Saludos y gracias de nuevo por tu aporte, Ana.
Hola, Valentina.
Como procrastinador nato, suscribo al completo este fabuloso artículo (salvo lo de las tertulias que, aunque no lo he probado, huele a mirarse el ombligo en grupo).
Has creado un decálogo preciso, conciso y honesto de los enemigos del escritor… y de casi cualquier otra profesión, la verdad. No obstante, lo que más me gusta es tu llamamiento a la acción al final de cada punto.
No tengo nada que aportar, pero quería darte las gracias por tu reflexión en voz alta. La he disfrutado y me he reído con algunos comentarios.
Tienes un blog espectacular; sigue así.
¡Gracias!
Hola, JM. Muchas gracias por tus palabras.
El problema con las tertulias es que reúnen a diversos procrastinadores. Unos tientan o se dejan tentar por los otros, y el resultado final son horas perdidas de escritura y de verdadero trabajo literario. Yo pasé unos cuantos años participando en grupos. Aunque la experiencia general fue positiva, en este momento de mi vida necesito manterme alejada de esa clase de tentaciones.
Me alegra que hayas disfrutado de la entrada. Saludos.