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Un evento muy especial que nos reservó el mes de marzo en Zúrich fue la lectura de Los enamoramientos, de Javier Marías, la cual tuvo lugar el sábado 18 de marzo de 2012 a las 20 horas en el club Kaufleuten. Fue organizada por el diario suizo Tages-Anzeiger, en cooperación con la librería Orell Füssli, Apollo8 y el Zürcher Kantonalbank.
Llegué a las siete y cuarto y pasé un largo rato ante la cola para quienes habíamos reservado entradas. En lugar de recibir un papelito que me hubiera quedado de recuerdo y como marcador de libros, me estamparon la muñeca con tinta invisible. A la entrada de la sala donde estaba el escenario, una linterna con luz ultravioleta reveló el sello, cuya forma no llegué a distinguir. Me pregunté cuánto duraría esa marca, si se desvanecería al lavarme las manos, durante la noche o apenas cuando me duchara a la mañana siguiente, si la afectaría el perfume que me había aplicado justo en ese punto.
Debí abandonar tales lucubraciones para concentrarme en la búsqueda de asiento. Entre los reservados por los patrocinadores, los ocupados por asistentes tempraneros y las numerosas chaquetas y bufandas extendidas sobre las sillas, me tuve que conformar con un puesto bastante alejado del escenario, donde a pesar de mis esfuerzos y mis experimentos con el zoom y el flash de la cámara, no pude tomar una foto que valiera la pena. Lo menos malo está publicado en esta entrada.
Una gran pantalla proyectada sobre el escenario nos daba la bienvenida a la lectura de Javier Marías, la trigésima octava de la serie L-Literaturreihe. A la entrada se habían repartido folletos con la impresión del volante que promocionaba el evento, un artículo del mismo Tages-Anzeiger sobre Javier Marías y el anuncio de la siguiente lectura, que corresponde a la escritora israelí Zeruya Shalev.
Sobre el escenario, se habían dispuesto dos sillas de estilo barroco y una mesa baja con velas de té y copas para el agua. Al lado, había una mesa con dos micrófonos y sus correspondientes sillas. Para el momento en que comenzó la lectura, la sala estaba repleta y calculé unas cuatrocientas personas. ¿De dónde venía tanta gente? ¿De la comunidad hispanohablante en Suiza? ¿Serían suizos admiradores de Javier Marías? ¿Personas provenientes de diferentes ciudades, como esta servidora? ¿Fieles seguidores de las lecturas en Kaufleuten? Probablemente, había de todo un poco (mejor dicho, de todo bastante).
La presentación del escritor madrileño estuvo a cargo del redactor del Tages-Anzeiger Res Strehle, quien moderó la discusión en inglés. Javier Marías nos deleitó con una conversación fluida, donde se reconocía la capacidad de observación y de atención al detalle propia de los narradores de sus novelas, al igual que sus reflexiones poco convencionales sobre lo cotidiano que arrancaron no pocas risas entre los asistentes y a la vez tocaron fibras de incomodidad.
La lectura se dedicó a la última novela de Javier Marías, Los enamoramientos (Alfaguara, 2011), que ha tenido muy buena recepción crítica. Ha sido considerada el libro del año por Babelia, la revista cultural de El País, y acaba de salir a la luz su traducción al alemán (Fischer, 2012), con el título Die sterblich Verliebten. Está en las listas de libros más vendidos desde hace semanas en las librerías Thalia y Orell Füssli. Javier Marías nos cuenta que se trata de la primera traducción que ha sido publicada de su novela, aunque hay muchas otras en preparación.
En la velada, hubo tres rondas de lectura de Los enamoramientos. Javier Marías comenzaba a leer en español y luego seguía el actor Sebastian Arenas en alemán, en el punto donde Javier Marías había dejado el texto. Ni en la lectura ni en la discusión se dio ningún tipo de interpretación. Quienes entendieran los tres idiomas podían seguir la velada entera sin repeticiones. Se leyó el principio de la novela, unas páginas por la mitad y el final, poco revelador desde el punto de vista argumental para quienes no hubiesen leído todo.
El evento se mantuvo vivo, sin pausas, entre la lectura y la discusión. Res Strehle condujo la charla por diversos senderos, que Javier Marías transitó a gusto, inclinado hacia el micrófono y con el codo apoyado en un muslo. A su paso, el escritor madrileño nos tumbó algunos mitos románticos, como el deseo de que un ser querido que ha fallecido vuelva (aunque sabemos que esa persona no va a volver y ha perdido su lugar en el mundo) y el papel del destino en la elección de la pareja (aunque por lo general la persona elegida no es la primera opción).
Javier Marías hizo una parada para hablar de fútbol (una opinión ya expresada en su columna de El País) y volvió la mirada hacia Tu rostro mañana, la necesidad de saber lo que ocurrió en el pasado histórico y lo explorado en cuanto a la posibilidad de que cualquier persona fuera capaz de todo, si estuviera en las circunstancias precisas. La guerra sacó de mucha gente facetas inimaginadas, que probablemente nunca hubieran surgido si esos individuos no hubieran vivido lo que vivieron. Javier Marías mencionó el caso de Camilo José Cela (“un escritor que muchos de ustedes desconocen y no sé por qué ganó el Premio Nobel”, acota [1]), quien a los veintiún años se ofreció de informante para los franquistas (y no lo aceptaron, por cierto), en una época donde acusar a alguien de espía o traidor implicaba la muerte para esa persona.
Por estos senderos de la discusión se llegó a comentarios curiosos e insospechados del autor español. En enero de 2011 Javier Marías se preguntaba si la novela tendría calidad para ser publicada, después del éxito de su trilogía Tu rostro mañana (2002-2007). Los enamoramientos es la primera novela de Javier Marías con una narradora femenina, la indicada para contar esta historia de una mujer que ha observado a una pareja de enamorados. Aunque dicha narradora se puede considerar “prima” del narrador de Tu rostro mañana, sí tiene una voz acorde con la manera de contar, reflexionar y observar de una mujer (opinión con la que no todas las mujeres coinciden, nos advierte Marías).
Su proceso de escritura es sencillamente increíble. Javier Marías no usa ordenador, sino máquina de escribir. Escribe sin plan de lo que va a suceder en la novela antes de iniciarla. Si lo supiera todo de principio a fin, no escribiría, afirma. De hecho, Javier Marías se considera el primer lector de sus novelas. Él las comienza sin saber con lo que se va a encontrar. “No escribo con mapa. Escribo con brújula”, nos dice. Sin embargo, no es de extrañar que el escritor cargue esa brújula como quien lleva un paraguas en el bolso un día soleado, después de cuarenta años de carrera literaria [2].
Quzás más sorprendente aún que esta revelación es el hecho de que Javier Marías no lea lo que lleva escrito ni siquiera cuando lo termina. Con Los enamoramientos hizo una excepción, preccisamente por sus dudas en torno a la novela. La volvió a leer completa después de concluirla y le hizo unas correcciones. Su éxito de ventas le demuestra que ha valido la pena.
¿Y hacia dónde se dirige ahora Javier Marías con su narrativa? Por supuesto, ha comenzado un nuevo libro, del que no contó mucho. De todos modos, sus ideas iniciales no siempre quedan plasmadas en sus obras. Con Los enamoramientos le pasó, puesto que la anécdota que inspiró la novela no forma parte del argumento.
Marías nos recordó que la literatura y el arte nos llevan por un viaje para ver aquello a lo que no nos queremos enfrentar. Una persona no podría andar todo el tiempo en contacto con el arte porque se volvería loca y necesitaría vivir. Pero el artista asume ese recorrido en el cual se enfrenta a un duelo con ese objeto que está trabajando, por un año o más, lo cual es muy distinto a la experiencia del público, que se enfrenta solo por unas horas a una novela, una película o una obra de teatro, menos rato aún con la música.
Después de la lectura y discusión, hubo una sesión de firma de libros en un vestíbulo donde estaban vendiendo títulos del autor desde que se abrieron las puertas del club Kaufleuten. Estuve un rato ensanduchada entre una multitud que también deseaba el autógrafo de Javier Marías. Algunos cargaban su nuevo libro recién comprado en alemán o en español; otros, sus colecciones personales, libros que se veían leídos, releídos, prestados, devueltos, manoseados, reposados sobre una mesa de noche y luego guardados en un estante.
Javier Marías afrontó con santa paciencia esa larga sesión de firmas. Se dejaba fotografiar, firmó varios ejemplares para una misma persona, procuraba poner dedicatorias distintas. Cuando estuve más cerca de él, lo vi escribiendo con su pluma fuente, acompañado de una copa de Coca-cola en la que flotaba una rodaja de limón. Cargaba una cajetilla de madera llena de cigarrillos. Le preguntó en inglés a una de las jóvenes vendedoras si podía fumar. Ella le contestó “adelante”. Javier Marías encendió un cigarrillo. Aún lo tenía entre sus dedos cuando firmó mis ejemplares.
Luego, me escurrí hacia un pasillo lateral y aproveché un espacio vacío en el sofá para acomodar los libros en mi maletín. En ese mismo sofá, estaba sentado Sebastian Arenas. Una pareja se le acercó y lo felicitó por su lectura en alemán. Con gran entusiasmo, Sebastian Arenas les dio las gracias y comentó su alegría por haber tenido la oportunidad de leer en público ese libro, lo cual le permitió conocer mejor al autor y su novela.
De regreso al vestíbulo, mientras me tomaba una bebida a la que me había invitado una amiga, pude contemplar la metamorfosis del club Kaufleuten. El escenario y las sillas para el público habían desaparecido detrás de un telón. Comenzó a sonar música con volúmenes cada vez más invasivos, los fanáticos que casi habían producido mi asfixia se habían marchado y donde hubo aquel remolino de gente quedaba una discreta cola de asistentes que aguardaban la firma de sus libros. Vi llegar a mujeres maquilladísimas con vestidos de coctel; en la otra sala, surgieron parejas que bailaban. Las lucen se bajaron. Los folletos de la lectura que nos habían repartido al comienzo estaban abandonados en los sillones, en los sofás, en la mesa baja del vestíbulo o se habían deslizado al piso.
Salí del local como Cenicienta apurada por tomar el tren de las once porque poco después de las doce saldría de la estación de Berna el último autobús que paraba cerca de mi casa. Javier Marías seguía firmando libros para entonces. ¿Adónde se habrá ido después de dar los últimos autógrafos? No puedo satisfacer esas curiosidades personales como mera espectadora de la lectura. Lo cierto es que seguiremos oyendo de los periplos novelescos de Javier Marías y quizás en otra ocasión vuelvan a coincidir nuestros caminos.
Más sobre la lectura de Javier Marías en Zúrich:
Tres visiones de la lectura en Punto Latino
Entrevista a Javier Marías sobre Los enamoramientos en el Neue Zürcher Zeitung, traducida al español
[1] Precisamente en mi país Camilo José Cela sí se conoce. Su novela La catira (1955) se desarrolla en Venezuela y el hecho de que fue un encargo del dictador Marco Pérez Jiménez es archiconocida. Un amplio estudio sobre el tema lo ofreció Gustavo Guerrero en Historia de un encargo: “La catira” de Camilo José Cela (Anagrama, 2008).
[2] Iniciada en 1971 con Los dominios del lobo, que Marías publicó antes de cumplir los veinte años.
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