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Cuando hallé en Internet el anuncio de la velada de Ernesto Cardenal en Olten con el Grupo Sal casi no lo podía creer. ¿Ernesto Cardenal, el poeta nicaragüense nacido en 1925, el teólogo de la liberación, el que se enfrentó a Somoza y fue ministro de cultura del gobierno sandinista, el autor de Epigramas, Salmos y Cántico cósmico? ¿De verdad vendría a Suiza? ¿No sería que alguien iba a leer poemas suyos? ¿O este Grupo Sal haría una presentación musical inspirada en su poesía? No se trataba de un malentendido. Ernesto Cardenal sí vino a Suiza y leyó sus poemas en Olten, en el centro cultural Schützi el 8 de marzo de 2012.
Quién me diría cuando adolescente en Venezuela, al leer su Oración a Marilyn Monroe, que vería a Ernesto Cardenal en Suiza. Cuando cruzaba el río Aare por el puente de madera, en dirección al Schützi, no podía imaginar lo que me encontraría. En ese centro cultural, un antiguo gimnasio, se extendía un gran espacio donde habían dispuesto sillas de madera ante un escenario. Llegué con diez minutos de antelación, lo cual no me impidió conseguir un buen puesto en una de las primeras filas, cerca de la salida, de la mesa donde vendían ejemplares de los poemarios de Ernesto Calderón traducidos al alemán y de un contador de decibelios que un señor sentado a mi lado me hizo notar y además fotografió.
Ernesto Cardenal apareció como en las imágenes que le conocía: boina negra, anteojos, barba blanca, chaqueta impermeable oscura sobre una camiseta clara. Como un profeta sincrético lo describe la página web donde encuentro más información del evento antes de asistir. El poeta tomó asiento ante una mesa cubierta con un mantel negro, al lado del actor Klaus Götte.
Una introducción en alemán a cargo de Regula Grünenfelder, representante de la Unión Suiza de Mujeres Católicas, nos recordó que estábamos celebrando el Día Internacional de la Mujer, en el cual se conmemora la lucha por los derechos de las mujeres. En ese sentido teníamos allí presente a otro gran luchador a través de su poesía: Ernesto Cardenal en su faceta de revolucionario, de hombre que no vacila al denunciar, quien a través de los años se ha mantenido al pie del cañón. Roberto Deimel, uno de los integrantes del Grupo Sal, fungió además de intérprete de Cardenal y le susurró al oído durante el discurso de Regula Grünenfelder.
El evento se alternó entre la presentación musical del Grupo Sal (cuyo volumen no llegó a alcanzar los noventa decibelios según el contador) y la lectura bilingüe de los poemas [1], que en alemán estuvo a cargo de Klaus Götte. “Tocar el cielo” (Den Himmel berühren) fue el nombre que se le dio al evento. De hecho, Ernesto Cardenal abrió su intervención con una cosmogonía: “Venimos de las estrellas y volveremos a ser polvo de estrellas”. Nos leía con convencimiento, apenas emergiendo de la mesa ante la cual unos jarrones con tulipanes nos recordaban la entrada de la primavera aunque ese día había llovido.
Después de su poema sobre las estrellas, nos lee uno de sus últimos textos, que él califica como poema de protesta y de denuncia, sobre el saqueo del Museo Nacional de Irak, que Ernesto Cardenal tuvo oportunidad de conocer antes del gobierno de Saddam Hussein. Dicho museo abarcaba toda la historia de la humanidad y no se podía visitar completo en un día. Ernesto Cardenal interrumpe su lectura para darle paso a la traducción alemana y luego continúa con la segunda parte del poema. Escucharlo en ambos idiomas me da espacio para saborear el mensaje, para reflexionar. Siento como si lo leyera dos veces.
La música del Grupo Sal me permite seguir pensando. Sus integrantes, provenientes de diferentes países, tocaban distintos instrumentos que esperaban por ellos en el escenario. La música fue totalmente acústica, y se nos ofreció un repertorio en el que convivieron piezas instrumentales y canciones de denuncia, salsa y elementos de jazz, ritmos alegres y nostálgicos. Ernesto Cardenal escucha serio a los músicos, con frecuencia apoya una mano sobre la cara. Lo imagino observando, con su mente más allá del concierto y de Olten, reflexionando sobre lo que ve y escucha, sin detenerse, como en sus poemas.
Tras el texto sobre el saqueo del Museo, le siguió “una visión de amor” que el poeta tuvo en un taxi nocturno en San José de Costa Rica (parte de la “Cantiga 8” de Cántico cósmico). En lo que observa a su paso por la ciudad, ve amor, hasta en el consumismo de la cerveza y la Coca-cola. Me causó gracia la palabra “muchachas” que llevaba tiempo sin escuchar por estos lados y me demuestra esa cercanía con el habla de mi país. Al finalizar, Ernesto Cardenal nos dice: “Contrario al amor es el capitalismo” y de ahí arranca a leer un poema sobre “los barones ladrones de Wall Street”, quienes, aunque solo se interesan por ganar dinero y por ello deciden los destinos ajenos, pasan las noches trabajando y no se divierten. Me encantó su modo latinoamericano de pronunciar las palabras en inglés con las que dibuja el capitalismo.
Luego, nos confía su poema El celular y nos advierte que este es un asunto que poca gente conoce y del que casi no se habla. Se trata de la explotación del coltán, material usado en la fabricación de componentes para celulares (sí, celular, no móvil, Handy ni Natel como oigo desde que vivo aquí), del cual existen grandes reservas en el Congo, donde los niños mueren para extraer el coltán. Las multinacionales lo callan para salvaguardar sus intereses y la gente cuando habla y ríe por su celular ni se lo imagina…
La sesión de firmas se realizó durante la pausa, lo cual me pareció un acierto. El poeta nicaragüense ocupó un sitio en la mesa lateral donde vendían sus libros. La gente se empujaba para recibir la firma de Ernesto Cardenal. Pensé en hacer algún comentario que compaginara con mi faceta de escritora, activista cultural, docente (véase mi perfil para más nombres de mis actividades) o decirle algo propio de la admiradora adolescente que leía Oración a Marilyn Monroe en Venezuela: que me alegraba verlo, que me encanta su poesía; pero me salió poco más que un saludo. A Ernesto Cardenal le llamó la atención mi ejemplar de Canto cósmico [2]. Después de que me lo firmó, regresé a mi asiento y me quedé observando al poeta durante el resto de la pausa. Parecía contento, complacido por la atención que recibía. Quien lo dude, puede mirar la foto que le tomé.
Al regresar al escenario, Ernesto Cardenal continuó con una contemplación global, desde el avión vía Lisboa para un congreso socialista, seguida por la contemplación detallada en un poema sobre un insecto que él veía desde su hamaca, pero fue comido por una salamandra, en armonía con el ciclo del universo, y solo quedó la pared blanca donde había estado el insecto. Después, comparte con nosotros sus reflexiones sobre el Dios-amor, hacia el cual se convirtió en la mitad de su vida. “Hemos sido creados para el cielo”, lee, pero el hombre es insaciable, persiste en su búsqueda. Nunca se siente satisfecho con lo que tiene y siempre quiere más.
Al terminar la velada, el abrazo que Ernesto Cardenal le da a Klaus Götte nos habla de la comunión de lenguas y de culturas, de la poesía que une todo. Prolongados aplausos se dedicaron a Ernesto Cardenal, Klaus Götte y a los seis integrantes del Grupo Sal. Aunque todos habían salido del escenario, la ovación que no desmayaba (con contador de decibelios para comprobarlo) los hizo regresar y regalarnos un poema y una canción más. Ernesto Cardenal nos vinculó ese último poema al primero porque también se trataba de una cosmogonía, de las estrellas de donde venimos.
Al salir del Schützi, crucé de nuevo el puente de madera sobre el Aare y luego caminé por la ribera este para dirigirme a la estación. Alcé los ojos hacia el cielo y vi un par de luces anaranjadas que delataban a algún poblado de las montañas cuya silueta había desaparecido en la oscuridad. Más arriba, todo estaba negro. Pensé en los versos de Ernesto Cardenal:
¿Y qué vemos cuando miramos el cielo nocturno?
En la noche vemos simplemente la expansión del universo.
Galaxias y galaxias y más allá galaxias y más allá cuasares.
Y más atrás en el espacio no veríamos ni galaxias ni cuasares
sino un universo en que no se habría condensado nada,
un muro oscuro, antes del instante en que el universo
se volvió transparente. Y más antes
¿qué veríamos finalmente?
Cuando no había nada.
En el principio… [3]
[1] Al indagar más al respecto, me enteré de que no es la primera vez que se organiza una lectura bilingüe español-alemán con Ernesto Cardenal y el Grupo Sal. En los últimos años, se han presentado juntos en diferentes ciudades de Alemania, Austria y Suiza.
[2] Ernesto Cardenal (1992): Cántico cósmico. Madrid: Trotta.
[3] Ibídem, p. 410.
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