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“…los viajeros en el fondo son músicos o poetas, porque persiguen sonidos” (Andrés Neuman: El viajero del siglo [1])
Desde 1993 se ha venido realizando en la Universidad de Neuchâtel el Grand Séminaire, un coloquio internacional que ha llevado a autores representativos de habla hispana a esta ciudad, por iniciativa de la profesora Irene Andres-Suárez. Como resultado, se han compilado las contribuciones de los participantes en diferentes volúmenes de una colección titulada “Cuadernos de Narrativa”. Javier Marías, Antonio Muñoz Molina, Juan José Millás, Almudena Grandes y Luis Landero son algunos de los narradores a quienes se han dedicado los coloquios anteriores del Grand Séminaire, que este año se celebró por última vez.
Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) fue el autor elegido para cerrar este ciclo. El Grand Séminaire permitió que tanto el escritor como los especialistas que fueron a hablar sobre su obra viajaran a Suiza y se dieran cita entre el 21 y el 22 de mayo de 2012 en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de Neuchâtel, sin contar a los interesados que llegaron de otras ciudades del país a participar del encuentro, como esta servidora.
La trayectoria literaria de Andrés Neuman ha sido intensa y extensa, pues para su corta edad ha publicado una gran cantidad y calidad de títulos, entre los cuales se pueden mencionar la novela El viajero del siglo (que obtuvo el Premio Alfaguara 2009), la autoficción Una vez Argentina (Anagrama, 2003), el poemario El tobogán (Hiperión, 2002) y el libro de cuentos El último minuto (Espasa, 2001). Además, el escritor tiene un blog llamado Microrréplicas, reflexiones dispersas en 100 palabras.
Aunque el programa de este Grand Séminaire de Neuchâtel, también denominado Coloquio Internacional Andrés Neuman, comprendía conferencias, comunicaciones y una mesa redonda para la que se prometieron sorpresas, solo pude asistir a tres intervenciones: la de Francisca Noguerol, la de Andrés Neuman y la de Fernando Valls.
La experiencia de un coloquio en presencia del escritor es muy distinta a la de la lectura (como la de Javier Marías en Zúrich o la velada de música y poesía de Ernesto Cardenal con el Grupo Sal) y tampoco se puede comparar con un congreso meramente académico. En este caso, el homenajeado era también interlocutor e introducía sus apreciaciones en las demás conferencias. Estas transitaron por el comentario espontáneo, la crítica literaria y la investigación académica, inclinadas a la confesión emocional sobre la experiencia de lectura, donde aparecieron las preferencias literarias de los especialistas, las palabras que los enamoraron, los textos que los sorprendieron, los pasajes que leyeron una y otra vez.
Después de las palabras de apertura por parte de Patrick Vincent, decano de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas, y la bienvenida a cargo de la profesora Irene Andres-Suárez, se dio inicio al Grand Séminaire de Neuchâtel con la conferencia de Francisca Noguerol titulada “Los poros del sentido, una poética del intersticio”.
Francisca Noguerol, catedrática de la Universidad de Salamanca, nos habló del autodesafío y la experimentación constantes que se impone Andrés Neuman, lo cual se manifiesta en su cultivo de diferentes géneros: la novela, el microrrelato, el haiku, los aforismos y el ensayo, entre otros. Las grietas, las bisagras y los puentes son elementos importantes por el mundo en fragmentos que nos presenta Andrés Neuman. El intersticio le importa porque insiste en la pequeñez cotidiana; el intervalo, por su valor espacial y temporal; el tornasol, por el cambio posible y la doble lectura. En su defensa de la cotidianidad y los objetos pequeños, Andrés Neuman presenta un concepto distinto y original de la belleza, lo imperfecto y lo sublime, ya que aparecen manchas, suciedad y elementos terrenales.
Francisca Noguerol identifica en la obra de Neuman una poética de la intensidad y la tensión, “como si dentro de un minuto nos fueran a apagar la luz”, y a la vez una poética de los instantes, los detalles y los pasajes. Andrés Neuman nos muestra la importancia del instante único, ese momento en el que el tiempo lineal se detiene, pues precisamente en su escritura hay una lucha contra el tiempo que pasa; por eso, le interesa ralentizar el minuto y mantener ese equilibrio precario, el del instante que en cualquer momento se va. Así, reconocemos que un minuto puede ser eterno y la eternidad puede durar un minuto. Andrés Neuman defiende el presente, que no tiene reposo, y por eso elogia la lentitud y la espera.
Todo esto lo desarrolló Francisca Noguerol con entusiasmo, al lado del escritor, quien estaba sentado ante una mesa con asientos libres. Lo vimos de piernas cruzadas por debajo de las rodillas, escribiendo lo que después nos confesó que eran apuntes sobre lo que se decía de su obra. Observamos su buen humor, su barba poblada, sus anteojos y su turbación ante los frecuentes halagos de la conferenciante.
Por último, Francisca Noguerol habló de la importancia de los pasajes para Andrés Neuman: el papel de los hoteles, los aeropuertos y Wandernburgo, la ciudad errante de su novela El viajero del siglo. Los pasajes permiten identificar una poética en tránsito, manifestada también en los finales suspendidos.
Durante la conferencia, un camión nos invadió la vista desde el auditorio y nos asaltó con el ruido de su motor, casi queriendo imponerse a la voz de la especialista. Luego, se nos coló el rumor de un avión. “Es una metáfora”, saltó Andrés Neuman, y casi sentimos que esa primera conferencia del Grand Séminaire quiso extender la experiencia de leer al escritor.
Próxima entrega:
Viajeros en Neuchâtel: Andrés Neuman y el Grand Séminaire (II)
De cómo Andrés Neuman hace su maleta, retoma la metáfora del ruido y nos pone el dedo en la llaga al hablar de identidad.
_________
[1] Andrés Neuman (2009): El viajero del siglo. Madrid: Alfaguara, p. 156.
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[…] mucho sentido que Andrés Neuman diera su conferencia después de Francisca Noguerol en el Grand Séminaire de Neuchâtel, pues nos completó la idea que ella había iniciado en cuanto […]